Hace unos días pienso en escribir sobre
la necesidad del reconocimiento a la función docente y la revalorización de
nuestra profesión en el entramado social.
El viernes pasado, 17 de febrero,
recibimos por parte del Ministerio de Educación provincial un documento donde
se exponen los cambios a implementar en el sistema educativo. En los
fundamentos de dicho material se habla mucho de la responsabilidad de los
docentes y de la necesidad de establecer vínculos de confianza con los
estudiantes. Así contado parece lindo, pero, además de las reflexiones
pedagógicas correspondientes que realizamos, a todos los docentes nos quedó la
sensación de desprecio y desconfianza hacia nuestra labor. Más argumentos a mi
favor para escribir sobre este tema.
El reconocimiento
individual o a una profesión ha sido objeto de estudio de múltiples
investigaciones y publicaciones del área de la sociología, psicología y
filosofía. Muchas de ellas enuncian que el sujeto necesita el reconocimiento
para reafirmar su valor social, de ahí la importancia de la mirada del otro. Si
lo analizamos desde la psicología podemos afirmar que esta búsqueda del
reconocimiento individual tiene una base en la subjetividad que cada sujeto
construye de las relaciones y que está íntimamente ligada a su autopercepción y
autoestima.
Reconocer desde el respeto al otro
significa la renuncia a los propios intereses para validarlo como sujeto o como
actor social representante del rol asignado.
Si simplificamos el análisis y lo
pensamos con una lógica lineal, cuando el sujeto busca ser reconocido su
búsqueda tiene como consecuencia la confianza o el desasosiego. (Cuesta
Moreno,2019)
Pero no podemos simplemente simplificar
lo que los educadores estamos viviendo, puesto que no se trata de la
invisibilización individual sino de un desprecio y desvalorización colectivo.
Nos encontramos en un punto de la historia en el que descalificar al docente es
tarea diaria y de cualquier persona, inclusive de autoridades ministeriales.
Podemos decir, entonces que esta
situación excede a la percepción del sujeto ya que esta sensación de
desasosiego es generalizada, somos todos los docentes los que sentimos la falta
de reconocimiento y validez social, que se multiplica a diario y se intensifica
en el inicio del ciclo escolar, generalmente relacionada con los paros que
convocan los gremios como medida del reclamo salarial, paro que curiosamente es
siempre el único que molesta, todos los otros se terminan justificando.
La docencia ha transitado diferentes
etapas a lo largo de la historia argentina, encontramos el Contrato de Maestras
a principios del siglo XX, donde se establecían normas sociales para regir
conductas de aquellas señoritas que habían elegido dedicarse por vocación a la
enseñanza. Después apareció la formación de docentes en las Escuelas Normal
Nacional, fundada en la pedagogía del modelo, el maestro modelo, la escuela
modelo, la clase modelo. Desde allí al presente todas las miradas y reflexiones
sobre el quehacer docente se ha formulado desde el descrédito y el
desmerecimiento. Frases como, “eligen la docencia solo porque es un trabajo
fácil de conseguir”, “no les interesa enseñar”, “no saben lo que sabían antes”,
“maestras eran las de antes”, “estudió para maestra porque no le dio para más”,
nos atraviesan a diario.
Cabe recordar que la sociedad no es la
de antes, las familias no son las de antes, las necesidades de nuestros
estudiantes no son las mismas, el crédito que nos dan tampoco lo es. “Antes” la
palabra del maestro, profesor y directivo se respetaba y respaldaba, hoy se
cuestiona permanentemente.
Se invisibiliza la labor pedagógica
cuando se reconoce como funciones más importantes de la escuela actual la de
alimentar a los estudiantes o contenerlos emocionalmente, y se relega la
función alfabetizadora, de construcción de saberes y habilidades cognitivas y
de formación integral de cada uno de los chicos.
Se desprecia la docencia cuando, en
comparación con otras profesiones, no está bien remunerada; o cuando, por
ejemplo, se envían fragmentos de textos como material de estudio de
capacitaciones elementales.
Hacernos
invisibles nos quita vigencia social. Allí
es donde nos encontramos, próximos a comenzar un nuevo ciclo lectivo ante la
crítica de la sociedad, el descrédito de las autoridades y el desprecio de los
estudiantes.
El primero en desacreditar nuestro trabajo es el estado
ResponderBorrarAsí es, con cada nueva disposición entendemos las intenciones que tienen para con nuestra función. A esto se le suman las formas de responder a los docentes, alejadas del respeto y el reconocmiento, y la remuneración
ResponderBorrarExcelente análisis Virginia!!! Hoy justamente leía otra vez cuestionamientos respecto del paro inminente de la semana que viene. Parece que el único momento del año en el que la educación es un tema importante es cuando comienza el ciclo lectivo porque los gremios deciden hacer paro y con eso "desorganizan la rutina familiar"
ResponderBorrarLamentablemente el deterioro cultural y la falta de valoración por parte del Estado hacen que los docentes estemos en boca de todos los días previos a los paros, con palabras descalificantes y hasta agraviantes. Pero, cuando en 2020 aplaudíamos a los médicos por su valentía, también supimos tener nuestra cuotita de valor porque enseñar en casa era muy difícil. Pasado eso volvimos a ser los que no sabemos nada o vivimos de paro.
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